Lulit.

Lulit.

lunes, 5 de enero de 2009

Él escribe una historia, que es lo que nosotros llamamos destino. Dijo que nuestro desafío es salirse del libreto. Arriesgarse a contar nuestra propia historia. Que al final de cuentas uno elige su propio destino, escribiéndolo o dejándolo de hacer. Me dijo que hay que animarse a improvisar y hacer lo que menos se espera de nosotros. Lo que esta escrito no se puede modificar, pero cada historia se puede contar de distinta manera. Y yo, Cielo, quiero que esta historia termine bien y se que vos vas a saber que hacer con esto. Cuida el libro.
Me gusta estar al lado del camino, me gusta pensar que la vida es un gran cuento escrito por un gran creador. Este creador sueña para nosotros aventuras, legares exóticos, amores únicos. Nosotros cual actores solo debemos entregarnos a ese gran cuento y fluir. A veces el creador complica la trama, nos pone en situaciones extrañas, me gusta pensar que todo tiene un sentido, un para qué. El arte trabaja con claroscuros, para que exista la luz se necesita la oscuridad, para valorar la alegría se necesita la tristeza. Nos cuesta aceptar las maravillas que el creador nos regala, buscamos la felicidad pero no creemos en ella, le miramos los dientes al caballo regalado e interferimos en el cuento. Hay que aceptar el rol que el creador nos da en su cuento y ocuparlo, porque ese rol es el mejor para nosotros y amigados con el cuento saber que avanzamos hacia un final feliz. El creador ama los finales felices, si nos entregamos al creador y permitimos que cuente su cuento a través nuestro, nos llenará de maravillas, habrá cada día un final feliz. Mi padre me legó un sueño a mí, encontrar a Eudamón, la Isla de los Niños Felices. Durante años traté de arrancarle señales a la vida, encontrar pistas, enigmas y mientras estaba ocupado en eso, la vida me fue llevando magicamente hacia Eudamón. Nos cuesta darle la mano a la vida y dejarnos conducir y es tan sencillo solo se trata de soltar amarras y dejarnos llevar, dejar que el viento nos lleve a donde debemos ir. Porque cuando uno está en el lugar donde debe estar, todo fluye, todo es como debe ser. El Eudamón de cada uno está cerca, al alcance de la mano, lo buscamos afuera lejos, pero está muy cerca, tan cerca que a veces no lo vemos. La vida está llena de señales que nos conducen hacia nuestro propio Eudamon, sólo hay que saber verlas. El creador sabe cómo contar su cuento, nos da la sed para después darnos el agua, nos da la tristeza para darnos la alegría, nos da la soledad para darnos el amor, nos hace caminar por la oscuridad para llegar a la luz. El creador sabe mover las piezas del rompecabezas, tiene el hilo con el que une los retazos. Si se lo permitimos el creador conduce a cada uno hacia su propio Eudamón. Este libro es mi testimonio sobre cómo llegué a Eudamón.

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